Star-t Treatment: Retroretrato sobre Marcel Duchamp y su obra(I)


De Nohara Ramos





En 1911 Marcel Duchamp llevaba al Salon des indépendants su obra titulada Desnudo bajando una escalera nº2; a partir de ella el artista llevaba la cronofotografía al lienzo mientras sugería que el movimiento es una sucesión de posiciones estáticas, siendo el espectador el que introduce el movimiento en la obra. Fue inmediatamente rechazada del salón; los cubistas alegaron que un desnudo nunca baja las escaleras, sino que se reclina. Algo que en ese momento del siglo xx no tenía mucho sentido, supongo que más bien consideraron que la obra no era lo suficientemente cubista como para ser expuesta. Tras esto se retiró del mundo del arte y se dedicó a trabajar por su propia cuenta. Hablar de Marcel Duchamp como un artista es una pérdida de tiempo en muchos aspectos puesto que a lo largo de su vida mantuvo una postura anti-artística; se opuso éticamente a la tradición plástica que había sido capitalizada bajo la idea un arte retiniano, sensible y dócil.

Las razones por las que se sigue hablando de Duchamp van más allá de cualquier consideración pictórica, y es que su interés reside en un ámbito puramente intelectual. Si los poetas simbolistas lograron desvincular a partir del poema el significado del significante, creando así, un sistema de correspondencias -Rimbaud en "Voyelles", asociando a cada color una vocal-, puramente simbólico y subjetivo, este mismo trauma sígnico promueve Duchamp en el mundo del arte. No se trata de una pintura evidente, en muchos casos resulta críptica por ello se le asocia al conceptualismo, corriente que la neovanguardia iniciaría e incluiría al mismo Duchamp como maestro antiacademicista. Se trata entonces, de desvincular la imagen de su significado inmediato y por consecuencia desvincularse de la tradición.

Duchamp trasciende porque consigue emplear recursos lingüísticos y literarios en su forma de expresión artística como manera de cuestionar las bases mismas del arte y del lenguaje; al hacer esto va más allá del gusto y la complacencia, que son los atributos esenciales que exige un arte que solo busca comercializarse, algo básico a la hora de enfrentarse a un "ready-made". Según Duchamp, el ready-made, busca el punto de indiferencia de la mirada; es decir, si el gusto se basa en la repetición que genera un hábito que genera un gusto, entonces habría que trascender esta noción para alcanzar un estado de suspensión frente al objeto y alcanzar lo real desprovisto de atributos que es el ready-made. Lo real sería aquello que se abre como espacio interrogante precisamente porque no debería estar ahí. Así el atentado del 11S en el World Trade Center o la misma pandemia que estamos viviendo ahora en 2020, se convierten en interrogantes sobre las condiciones de nuestra existencia. En un mundo enfermo donde la lógica de la insensibilización y el amarillismo busca sus propias formas de escándalo, como el depresivo que busca sentir consumiendo todo el repertorio de pastillas de su casa fracasando siempre; y "starbuckrizado" en cada uno de los lugares de nuestro día a día hasta las trancas, parece que solo algo como el terrorismo o un arte de la mutilación son el contrapeso necesario para abrirnos hacia algo desnudo. La presencia de sus ready-made entre la sacralidad museística, resulta perturbadora y nos provoca afirmando que arte es todo aquello que es susceptible de ser pedestalizado, interrogándonos sobre la quiebra del signo, y que, al fin y al cabo, un urinario tiene la misma cabida en un espacio artístico que una escultura clásica.

Desde Lucy in the sky with diamonds hasta La venus de Willendorf, la feminidad ha sido siempre una excusa para la expresión artística. Duchamp a partir de sus desnudos, pero también en El gran vidrio (1921), Étant Donnes (1966), así como en obras menores, -Retrato o Dulcinea (1911)-, ha mantenido este contacto, porque en cierto sentido Duchamp says goodbye when I say hello. Su postura parte de la ironía afirmativa, de ahí sus contradicciones constantes, algo que aplica para desligarse de un tipo de desnudo fisicalizado: el desnudo acaba con el desnudo. Para entender esto tenemos que hablar de El gran vidrio -también llamado la esposa desnudada por sus solteros, todavía-. En esta obra tanto lo femenino como lo masculino se reproducen como ilusión lingüística, una apariencia dirá Octavio Paz, lo que acontece en último caso en la obra es la representación de una máquina en constante funcionamiento, por la que entender como funciona la afectividad heterosexual. La obra viene por ello acompañada de un manual, a modo de lavadora Balay, titulado la caja verde, que deja explicito el funcionamiento mismo de la máquina. Pero también el imaginario que alude el gran vidrio sugiere asociaciones contradictorias formalmente, será el poeta José Miguel-Hullan quien asocie esta obra a un poema de San Juan de la Cruz por la semejanza de elementos. Todas estas cuestiones serán profundizadas más adelante en otras entradas de Eones, por lo demás, esto no es nada más que un coqueteo vitae sobre algunos rasgos importantes por los que entrar a Marcel.

A modo de conclusión hay que decir que Duchamp siempre ha estado de paso, tanto en la vida como en el arte, y quizá por esto, se quedó para siempre. El hecho de que fuese una persona extremadamente inteligente -tal y como le catalogó André Bretón-, es quizá por lo que consideraba la vida un juego y su público la posteridad. No era un artista el sentido normativo de la palabra, le gustaba más respirar que trabajar, y esto en parte define su mentalidad vitalista a lo largo de su vida. Sus allegados le catalogaban como una persona extremadamente sociable, amante del ajedrez y gran fumador de pipa. Era difícil definirle como pintor, aunque de hecho algunos lo hicieran o criticaran sus obras como tal. Es el caso de Apollinaire, que dijo que Duchamp era la reconciliación entre el arte y el pueblo, y aunque el propio Duchamp no estuviese de acuerdo –“Apollinaire dice lo primero que se le viene a la cabeza”-, ya que, con esto Apollinaire no quería decir más que supo adaptar la era de la máquina a sus obras, su posición antiartística, desencorsetó las formas canónicas de expresión artística y las acercó a formas estéticas cotidianas. Si supo reconciliar al menos algo, seguro que fue el arte con la posteridad.



"Desnudo bajando una escalera nº2"
                                 

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