¿Se puede decir algo nuevo de la Mona Lisa?


De Jorge González Segura


Si el lector hiciese el ejercicio de pensar en arte en mayúsculas, estoy plenamente convencido que las primeras imágenes que le vienen a la cabeza son El nacimiento de Venus de Botticelli (figura 1), Las Meninas de Velázquez (figura 2) y por supuesto La Mona Lisa de Leonardo da Vinci (figura 3).
Figura 1. Sandro Botticelli, El nacimiento de Venus, 1485-1486, Galeria degli Uffizi, Florencia.
 
Figura 2. Diego Velázquez, Las Meninas, 1656, Museo Nacional del Prado, Madrid.


Figura 3. Leonardo da Vinci, La Mona Lisa, 1503, Museo del Louvre, París

Ni que decir tiene que esto no es en absoluto casual, sino que tiene una razón de ser. Son tres iconos de tres de las instituciones museísticas -Galleria Ufizzi, Museo del Prado y Museé du Louvre- más importantes de Europa y, eminentemente, del mundo. Son tres imágenes que cualquier persona puede proyectar en su retina como si estuviese enfrente de ellas, aunque no se haya tenido que pelear con los innumerables palo-selfies o se haya tenido que abrir un reducido hueco en un mar de personas.

No seamos ingenuos. Estas instituciones quieren que sea así, por ello, alimentan el mito de estas obras mediante su reproducción en diferentes soportes, desde camisetas (figura 4) hasta cortaúñas (figura 5) e infinidad de memes que pululan a sus anchas por internet (figura 6).

Figuras 4, 5 y 6, Merchandising

Aquí se abren una serie de cuestiones de interés
¿Esto beneficia o perjudica a los historiadores de la imagen? ¿queda algo que decir de estas obras? ¿o su estudio sería tan reiterativo que estaríamos repitiendo una y otra vez lo que diferentes historiadores del arte han dicho durante el último siglo?

No obstante, como uno también tiene sus fetiches, trataré de plantear una hipótesis, influenciada en gran parte por mi colega Marta Serrano Jiménez y el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid José Riello, sobre el retrato más famoso de la HA, La Mona Lisa.

Primeramente, habremos de acudir a la fuente preferida por los historiadores del arte modernistas, Le vite de' più eccellenti pittori, scultori, libro escrito por Giorgio Vasari en 1550. Concretamente a las páginas 268 y 269 de la edición que dejaré en la bibliografía.

“[…] Los ojos poseen ese brillo húmedo que se ve constantemente en los seres vivos, y en torno de ellos están esos rosados lívidos y el vello que sólo pueden hacerse mediante la máxima delicadeza. Las cejas no pueden ser más naturales. Por la manera como salen los pelos de la piel, aquí tupidos y allí ralos, encorvándose según los poros de la carne. La nariz parece viva, con sus finas y delicadas cavidades rojizas. La boca entreabierta, con sus comisuras rojas, y el encarnado de las mejillas no parecen pintados sino de carne verdadera. Y quien contemplaba con atención la depresión del cuello, veía latir las venas. En verdad, se puede decir que fue pintada de una manera que hace temblar y desespera al artista más audaz”.

Si vuelven a proyectar en sus retinas este retrato, podrán darse cuenta de que, pese a que está pidiendo a gritos una restauración, el parecido es más bien… nulo. Aquí es donde se introduce la hipótesis, y es que desde el año 2010/2011, en el Museo Nacional del Prado de Madrid le salió una “hermana gemela” que se conoce habitualmente como La Mona Lisa del Prado (figura 7). Diferentes profesionales, han querido ver tal parentesco que han sugerido que fuese pintada al mismo tiempo que la de Leonardo da Vinci (figura 8), por tanto, estaríamos hablando que el retrato fue pintado al mismo tiempo que el del Louvre por un alumno aventajado del maestro. Los diferentes profesionales, incluido el director del Museo Nacional del Prado, Miguel Falomir Faus, han propuesto a Salai o a Francesco Melzi como autores.
Figura 7, Taller de Leonardo da Vinci, Mona Lisa, 1503-1516, Museo Nacional del Prado, Madrid.
Figura 8, Simulación de los dos artistas a la hora de representar el cuadro.

Es aquí donde viene el interrogante que hace que me frote las manos, ¿cuál de estas pinturas fue entregada en 1503 a Francesco del Giocondo?, ¿la del Louvre o la del Prado? ¿pudiera ser que Leonardo en su afán cientificista quisiese perfeccionar el retrato hasta niveles insospechados y diese a quien se la encargó una obra de taller?

Si nos atenemos a la comparativa, Vasari nos habla de cejas (figuras 9 y 10). 
Figuras 9 y 10. Comparativa entre los ojos de la Mona Lisa del Prado y la Mona Lisa del Louvre.

Y nos habla de carnosas mejillas y labios rojos (figuras 11 y 12).

Figuras 11 y 12. Comparativa entre la boca de la Mona Lisa del Prado y la Mona Lisa del Louvre.

Si uno se ciñe a las fuentes, es más que evidente que encaja mucho mejor en la descripción el retrato del Prado 
que el del Louvre. Segundo. Desde que Napoleón Bonaparte tuviese el cuadro de la institución parisina colgado en su cuarto de baño, está pidiendo una restauración a gritos. Sin embargo, el museo francés perdería millones de euros con la retirada de su cuadro estrella (fig. 13), por ende, no sabremos si la hipótesis aquí esbozada es o no más que una teoría o se ciñe a la realidad que nadie quiere ver.
Figura 13. Método expositivo de la Mona Lisa en el Louvre.
Sin embargo, hay otro camino que podemos recorrer, y es que, da la casualidad de que, la primera noticia que tenemos del cuadro, data del año 1666 en un inventario realizado tras la muerte de Felipe IV.

“vara de alto y tres quartas de ancho (83,5 x 63 centímetros) vna muger de mano de Leonardo Abince 100 ds”.

¿Es probable que el cuadro proviniese de la colección de Carlos I de Inglaterra, almonedada entre 1649 y 1654 -conocida como “La almoneda de Commonwealth”-? En esta almoneda, salieron al mercado más de mil quinientas pinturas de la colección real, así como importantes tapices, esculturas y objetos de adorno. De las pinturas más famosas, muchas fueron adquiridas por el embajador español Alonso de Cárdenas para don Luis de Haro, marqués de Carpio y ministro principal de Felipe IV. Haro a su vez obsequió al rey con las mejores, que acabaron pasando al Museo del Prado.

No creo que sea casualidad que el cardenal Mazarino no la comprase debido a que el cuadro del Louvre pertenece a Francia desde el siglo XVI, ¿para qué querrían dos iguales?

Evidentemente querido lector, esto no es más que una hipótesis, más bien una caída libre sin paracaídas, de la que espero salir bien parado, no obstante, desde que la Mona Lisa, fuese robada en 1911 por Vincenzo Peruggia, se ha convertido en un icono Pop al que nadie quiere “echar la mano encima”, la cuestión es muy simple y se puede esbozar con una cita del director de la institución parisina:

“Casi toda la población mundial está acostumbrada a verla con un color determinado y si se lo cambias puede generar rechazo”

Sin ningún tipo de comparación entre ambas obras restauradas, cualquier escrito sobre esta comparación es papel mojado. No obstante, es algo que resulta cuanto menos intrigante, es algo de lo que falta por escribir, leer y pensar, por consiguiente, a las preguntas que planteaba con anterioridad, no es que no se pueda decir algo nuevo de estos cuadros, sino que es una obligación moral que alguien lo haga.

Bibliografía que recomendamos:

  •    Vanna ARRIGHI, Anna BELLINAZZI y Edoardo VILLATA (Comiss), Leonardo da Vinci, Documenti e testimonianze sulla vita e sull´opera, Florencia, L'Archivio di Stato di Firenze (catálogo de exposición celebrada en Florencia del 19 de octubre de 2005 al 28 de enero de 2006), 2005.
  •   Kenneth CLARK, Leonardo da Vinci, Madrid, Alianza Forma, 1986.
  •  Vincent DELIEUVIN y Louis FRANK (Comiss.), Léonard de Vinci, (1452-1519), París, Museo del Louvre (catálogo de exposición celebrada del 24 de octubre de 2019 al 24 de febrero de 2020), 2019.
  •   Jack Greenstein “Leonardo, Mona Lisa and La Gioconda, Reviewing the Evidence” Artibus et Historiae Vol. 20, 2004, pp. 17-38.
  •  Martin KEMP y Jane ROBERTSR, (Comiss.) Leonardo da Vinci, Londres, Hayward Gallery (catálogo de exposición celebrada en Londres del 26 de enero de 1989 al 16 de abril de 1989), 1989.
  •    Stefan KLEIN, Leonardo´s Legacy, Cambridge, Da Capo Press, 2010.
  •    Fernando MARÍAS, Leonardo da Vinci, Madrid, Debate, 1997.
  •   Eugenio MUNTZ Leonardo da Vinci, el sabio, el artista, el pensador, Madrid Circulo Latino 2005.
  •   Johannes NATHAN y Frank ZÖLLNER, Leonardo da Vinci, obra gráfica, Berlín Taschen, 2014.
  •   Charles NICHOLL, Leonardo da Vinci, The fights of the mind, Londres, Penguin Books, 2004.
  •    Carlo PEDRETTI y Sara TAGLIALAMBA, Leonardo da Vinci, el arte del dibujo, Madrid, Edimat, 2017.
  •  G. PIUMATI, I manoscriti di Leonardo da Vinci della Reale Biblioteca di Windsor. Dell´anatomia: Fogli A. París, 1898.
  •   José RIELLO, “Giocondas simultáneas”. Descubrir el arte, vol. 169, 2012 pp. 57-63.
  •  Frank ZÖLLNER, “Leonardo´s Portrait of Mona Lisa del Giocondo” Gazette de Beux Arts, N.º 121, 1993, pp. 115-120.
  •  Frank ZÖLLNER, “A double Leonardo, On two exhibitions (and their cataloges) in London and Paris, Zeitschrift Für KunstGeischichte Vol. 76, 2013.


Comentarios

  1. Buena reflexión y gracias por descubrirme la Gioconda del Prado.
    Cómo se puede ser tan soberbio como el director del Louvre?. Su "pensamiento" desborda paternalismo e ineptitud.

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  2. Muchas gracias por el comentario.

    Pienso que efectivamente, el dr. del Louvre puede pecar de soberbio pero, ¿acaso no es entendible?

    Imagínate que tienes un cuadro que al año te genera 3 millones de euros aproximadamente, porque la gente ignora el resto de la colección, sólo va a ver el susodicho cuadro, ¿lo quitarías durante dos o tres años para restaurarlo y dejar de ganar estos seis o nueve millones de euros?

    Cierto que las funciones del museo son
    - Educar
    - Enseñar
    - Conservar
    No obstante, para realizar estas funciones necesita de dinero, y más si hablamos de museos grandes (Prado, Louvre, Uffizi, Hermitage...), en el que el gasto de personal y servicios es abrumador.
    Con esto no quiero decir que comparta la opinión del dr. del Louvre, tan solo que la entiendo.

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  3. En primer lugar, le deseo un buen día en su Santo. Y después de leer atentamente esta maravillosa película de intriga pictórica, le felicitó aún más. Descubrimientos asombrosos, al comparar ambos retratos, incluso me parecen distintos, y me produce una sensación extraña, acostumbrada a observar exclusivamente la Mona Lisa del Louvre. Ahora la veo amarillenta, y antes no!!. Es un gran descubrimiento,del que no tenía la menor idea.

    Es maravillosa en cualquier caso, esa sonrisa, que nos dirá?, esos ojos inquietantes?.. Una pregunta, se sabe quien era la Mona Lisa? Una cortesana?, una noble?.... Gracias por su trabajo de investigación y por difundirlo.

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  4. Muchísimas gracias por la felicitación y su cálido comentario. Realmente me alegra muchísimo que le haya gustado el texto.
    Efectivamente, parecen muy distintos, pero ¿en realidad lo son tanto? ese es el quid de la cuestión y, lamentablemente, hasta que no se acometa una campaña de restauración de la Mona Lisa parisina... no lo sabremos.
    Realmente, se ha teorizado muchísimo durante mucho tiempo sobre este retrato, el por qué este y no otro de cualquier otro artista igual a Leonardo -o mejor, eso ya es cuestión de gustos- se lo debemos en parte a Vincenzo Peruggia, quien robó el cuadro del Louvre en 1911 para "devolverlo" a Italia y al artista Marcel Duchamp, quien hizo una interpretación del cuadro en 1918 titulado L.H.O.O.Q, si se pronuncia en francés quiere decir "Elle a chaud au cul" que en español significa algo como "Ella tiene el culo caliente" a raíz de esta imagen que, si no la conoce, le recomiendo que la vea, se hizo un icono y se empezó a divagar con las teorías perspectivísticas de la sonrisa y hacia donde mira.
    No obstante, le sugiero dos experimentos. El primero que se saque un selfie mirando direcamente al flash de la cámara, podrá observar como sus ojos la "persiguen" provocando el mismo efecto. El segundo, cuando nos levanten el confinamiento, le sugiero que vaya al Museo Nacional del Prado y se acerque a ver "El lavatorio" de Tintoretto y se fije en la mesa superior izquierda, pase repetidas veces delante de él y verá como la perspectiva del cuadro cambia, al igual que cambia la mirada del selfie o las monas lisas.

    En cuanto a la cuestión que me plantea, la respuesta es sí, fue Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo. Le sugiero encarecidamente que visite la página web de Wikipedia, -es algo que no suelo hacer, pero esta está francamente bien-, le dejo el link en el comentario. https://es.wikipedia.org/wiki/Lisa_Gherardini

    De nuevo, muchas gracias.

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  5. 👏👏
    Habrá que esperar a una restauración en condiciones para que salga a la luz todo lo que nos queda por saber de este cuadro...

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  6. Muchas gracias por el comentario.
    Efectivamente habrá que esperar a la restauración del cuadro para ver qué sabemos y qué no sabemos... la cuestión será cuánto tiempo... sinceramente le digo que dudo mucho que alguna vez vea restaurado el cuadro.

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  7. Muy esclarecedor Jorge. Lo siguiente es preguntarse por qué el Prado tiene su Monna Lisa al lado de una puerta casi de paso. ¿Será para no pisarse los fetiches con el Louvre? Solo por el suspense de saber lo que vio Francesco del Giocondo merecería la pena dar más realce en el Prado al retrato.

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  8. Muchísimas gracias por el comentario.
    Opino exactamente lo mismo que tú. Una de las grandes lagunas que tiene el Museo del Prado es que no tiene un Leonardo da Vinci en su colección, hace aproximadamente diez años se descubre un cuadro de un alumno suyo que en general tiene mucha chicha ¿y no hacemos nada con él? lo exponemos cerca de una puerta para que la gente no se pueda poner en medio a mirar para no obstruir la entrada o salida de la sala... no lo comprendo del todo bien.
    Con esto no digo que tenga que ser el eje vertebrador de la sala de maestros del Quattrocento, es más, me parece que efectivamente la Anunciación (Fra Angelico) y la historia de Nastagio degli Onesti (Botticelli) se merecen el protagonismo que se les da, pero hay otras obras como La Virgen de la Granada (que dudo que sea de Fra Angelico...) que podría relegarse perfectamente al lugar de la Mona Lisa y que la Mona Lisa ocupase el espacio de la Virgen de la Granada, cuidando que el museo no la convierta en un imán de masas como en el Louvre.

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