La carnosidad en las esculturas de Bernini


De Jorge González Segura


Estoy plenamente convencido que cuando se ponen delante de un cuadro, en una de las primeras cosas en las que se fijan es en la tactilidad de los objetos, llámense telas o metales (figura 1).

Figura 1. Leonardo da Vinci, detalle de La Anunciación, 1472, Galleria degli Uffizi, Florencia.
Piensan que pueden “tocar” las cosas que un artista plasma hasta tal punto que nuestras neuronas nos identifican perfectamente el material con el que está hecho cierto objeto representado (figura 2)

Figura 2. Atribuido a Juan Pantoja de la Cruz, Isabel de Valois, hacia 1605, Museo Nacional del Prado, MAdrid
Estoy seguro de que, el lector, podrá identificar el terciopelo de las sedas, el metal de las perlas e incluso el distinto tipo de pedrería que representa -supuestamente- Juan Pantoja de la Cruz en este hermoso retrato.

Esta, es una cuestión que diferencia a los pintores y se les atribuye una mayor o menor calidad, por la distinción de los materiales que representa. Así mismo, es uno de los parámetros por los que antaño, los connosseurs, discriminan a un u otro artista en pro de otro.

Seguramente, se preguntarán, qué objeto es el más difícil de representar. Esto, es una opinión, pero diría que es aquel que cambia con más frecuencia, aquel que permanece en continuado movimiento -incluso de forma involuntaria-, aquel que los artistas han representado y representan hasta la saciedad, el cuerpo (figura 3)

Figura 3. . Giorgione, Venus dormida, 1508-1510, Gemäldegalerie Alte Meister, Dresde.

No creo que les “descubra el Mediterráneo” si les digo que he elegido estas tres primeras composiciones completamente a sabiendas. Si se fijan no distan mucho en el tiempo y, lo más importante, están hechas con la misma técnica, es decir, óleo sobre lienzo, que permite una precisión absoluta. Esto, nos lo puede recordar cualquier pintor holandés de una época parecida, ¿qué tal… Quentin Massys?

Por favor, no piensen que esto es exclusivo del óleo o de la pintura, sino que se da también en la escultura. Concretamente lo ejemplificaré a lo largo del texto con uno de mis escultores, arquitectos y pintores favoritos, Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), autor de innumerables esculturas que probablemente tengan todos ustedes en la cabeza, por ende, me dispondré a analizar una serie de detalles que me llaman la atención por su “carnosidad” (figura 4).

Figura 4. Gian Lorenzo Bernini, Rapto de Proserpina, 1621-1622, Galleria Borghese, Roma.
Nada mejor para describir esta escultura que las palabras del historiador Howard Hibbard.

“La textura de la piel, el vuelo de los rizos del cabello, las lágrimas de Proserpina y, por encima de todo, su grito ahogado cuando está a punto de ser violada por su divino captor”.

Las esculturas son anatómicamente perfectas, la proporción, el equilibrio de la escultura, cuyo peso radica en la musculosa pierna de Hades, cuya musculatura se remarca e introduce esta sensación de tactilidad carnosa. El propio escultor nos está invitando a tocar la escultura para que caigamos en la cuenta de que, no es la dureza de la piedra lo que percibimos, sino la dureza de las fibras musculosas del dios.

Sin embargo, hay un detalle que ha llamado más la atención de especialistas, entusiastas del arte y turistas por igual (figura 5).

Figura 5. Gian Lorenzo Bernini detalle de Rapto de Proserpina, 1621-1622, Galleria Borghese, Roma.
¿Acaso no os sentís absolutamente atraídos a tocar el muslo de la ninfa en el que se clavan estos dedos? Ni mucho menos parece piedra, sino que parece carne, parece que efectivamente, el escultor está llamando al observador presente o pasado para que averigüe por sí mismo si es algo blando o duro. Puede que el papa Paulo V, quien encargó la escultura, pudiese hacerlo, hoy intenten reprimir ese instinto porque lo más probable es que algún guardia de seguridad les invite a salir de la galleria.

Bernini, como pueden imaginar, fue un escultor genial, trató el mármol con tanta delicadeza como Miguel Ángel o cualquier escultor antiguo hasta el punto de poder afirmar una absoluta influencia de éstos en el escultor (figuras 6 y 7).

Figuras 6 y 7. Miguel Ángel, detalle de El David, 1501-1504, Galleria dell´Accademia, Florencia y Gian Lorenzo Bernini detalle de Rapto de Proserpina, 1621-1622, Galleria Borghese, Roma.
Note que el tratamiento de las venas superiores de la mano es excelente en ambos casos quizá se pueda pensar que Miguel Ángel las trata de una manera exagerada, con demasiado relieve para asemejarse a la “realidad”, piense que es una escultura que tiene más de cinco metros de altura. Si lo hiciese más “realista” sería casi imperceptible. En el caso de Bernini, el hecho de hacer una escultura a tamaño natural, le beneficia para introducir este tipo de detalles de una forma magistral y mediante una verosimilitud que hace que médicos y enfermeros saliven e intenten introducir una vía por cualquiera de estas venas.

La tactilidad en Bernini se puede apreciar en todas sus esculturas, no obstante, hay una en la que la mezcla de texturas que introduce el autor es absolutamente magistral. Me refiero, cómo no, a la famosa escultura de Apollo y Dafne (figura 8).

Figura 8. Gian Lorenzo Bernini, Apollo y Dafne, 1622-1625, Galleria Borghese, Roma.
Note el lector las diferentes texturas que es capaz de representar Bernini. No sólo la carne, que, como hemos visto hace de forma magistral, sino también madera y hojas, en un solo detalle, y este es la metamorfosis de la ninfa convirtiéndose en olivo (figura 9)

Figura 9. Gian Lorenzo Bernini, Detalle de Apollo y Dafne 1622-1625, Galleria Borghese, Roma.

La carne de los dedos paulatinamente se va convirtiendo en madera y hojas ante la estupefacción del de un espectador impotente que nada puede hacer para evitarlo.

Las piernas de la mujer también introducen esta dicotomía sensorial que juegan con la tactilidad debido a que también invita a tocar el veteado de la madera, a arrancar alguna de las hojas de olivo que, salen de los dedos de la ninfa para ponértelos en la cabeza como si fueses un medallista olímpico, a agarrar a Dafne para de alguna forma, por imposible que sea, parar la transformación que se está llevando a cabo (figura 10).

Figura 10. Gian Lorenzo Bernini, Detalle de Apollo y Dafne 1622-1625, Galleria Borghese, Roma.
Es una imagen muy potente la de las esculturas de Bernini, llegan a un punto al que parece que pueden mantener una conversación con nosotros, hecho realmente fascinante que muy pocos pueden realizar, tal es el caso de los bustos que el escultor hizo para Luis XIV de Francia, el rey Sol, y el cardenal Scipione Borghese, quien aparentemente con la mirada perdida entreabre la boca para hablar con nosotros, probablemente el escultor en las dos estatuas está jugando con el espectador, quien tiene que mantener una conversación íntima con los bustos, ¿parece que invita a poner la oreja al lado de la boca del cardenal, verdad? Imagínense qué podría decirnos. (figuras 11 y 12).

Figura 11. Gian Lorenzo Bernini, busto del Cardenal Scipione Borghese, 1632, Galleria Borghese, Roma.
Figura 12. Gian Lorenzo Bernini, Busto de Luis XIV como rey de Francia y Navarra, 1665, Palacio de Versalles, París.
En los bustos, el tratamiento que Bernini realiza de las papadas del cardenal es algo asombroso, parece que si metes el dedo realmente será blando y se hundirá. Por otro lado, en el busto del delfín de Francia, parece que puedas coger el pañuelo del cuello con mera facilidad o jugar con él a alborotar el peinado que lleva.

Este cúmulo de sensaciones que seguro han experimentado, es lo que podemos denominar como “tactilidad” y que, Bernini lo consiga una y otra vez en todas y cada una de sus esculturas, es lo que hace que sea uno de los escultores más geniales del barroco, juega con estas sensaciones y juega con el espectador en todos los sentidos, visual (figura 13) e incluso auditivo como hemos visto con el Cardenal Borghese.

Figura 13, Gian Lorenzo Bernini Éxtasis de Santa Teresa, 1644-1652, Iglesia de Santa Maria della Vittoria, Roma.
Fíjense en cómo hace que las nubes tengan esa sensación de esponjosidad que todos podemos llegar a imaginar, cómo interpreta la sensación de placer que podríamos definir como orgásmica de la santa cuando el ángel clava las flechas doradas en su cuerpo, mientras que el espectador, ingenuo de él, cuando termina de mirar esta escultura, se da cuenta cuando levanta la mirada que ha sido víctima de una “broma pesada” al ser tratado como un Voyeur por el escultor al formar parte de una comitiva que está pendiente de este momento tan íntimo en la que incluso, introduce un amago de “vergüenza” en un personaje que trata de esconderse detrás de una columna de forma completamente inútil (figura 14).

Figura 14. Gian Lorenzo Bernini, detalle de Éxtasis de Santa Teresa, 1644-1652, Iglesia de Santa Maria della Vittoria, Roma.
Permítame el lector plantear un juego como los de Bernini volviendo un poco más atrás en este texto, (véase figura 11) replanteando el juego auditivo del cardenal Borghese, a quien trataré de poner palabras en sus labios. Estas referidas a otra de las esculturas que hemos visto, naturalmente, no pueden oír mi seductora voz, por tanto, plantearé dos textos de dos de los poetas españoles más consagrados del Siglo de Oro. 

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
Garcilaso de la Vega.

«Tras vos un Alquimista va corriendo,
Dafne, que llaman Sol ¿y vos, tan cruda?
Vos os volvéis murciégalo sin duda,
Pues vais del Sol y de la luz huyendo.

ȃl os quiere gozar a lo que entiendo
Si os coge en esta selva tosca y ruda,
Su aljaba suena, está su bolsa muda,
El perro, pues no ladra, está muriendo.

»Buhonero de signos y Planetas,
Viene haciendo ademanes y figuras
Cargado de bochornos y Cometas.»

Esto la dije, y en cortezas duras
De Laurel se ingirió contra sus tretas,
Y en escabeche el Sol se quedó a oscuras.
Francisco de Quevedo.


Bibliografía que recomendamos
  •     Howard HIBBARD, Bernini, Pelican, Londres, 1968.


  •     Tomaso MONTANARI, La libertà di Bernini. La sovranità dell'artista e le regole del potere, Einaudi, Roma, 2016.


  •    Delfín RODRIGUEZ RUIZ, Bernini, Roma y la monarquía hispánica, Museo Nacional del Prado, 2014.


  •      Rudolf WITKOWER, Bernini. The Sculptor Of The Roman Baroque, Paidon, Londres, [1955], 1997.


Otros recursos

Recomiendo al lector encarecidamente que lea los hilos que plantea @Berninirocks en Twitter.

Comentarios

  1. Que bien has fundido la escultura y la poesía. ¿Qué sería primero?

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  2. Muchas gracias por el comentario.

    El soneto de Garcilaso de la Vega, no se sabe con certeza el año en el que se escribió (al menos, eso creo), por tanto diría que entre 1501 y 1536, que es cuando vivió, un poema en el que probablemente el autor se está reflejando ante la pérdida de un ser querido.
    El segundo soneto, personalmente me gusta más, también está escrito antes de la realización de la escultura, en la que si se han fijado, compara el a Apolo con el Sol y dice que Dafne "está muy cruda" es decir, que no la ha poseído... es aquí cuando podemos decir que ambos personajes se asocian con una prostituta y su cliente.

    ȃl os quiere gozar a lo que entiendo
    Si os coge en esta selva tosca y ruda,
    Su aljaba suena, está su bolsa muda,
    El perro, pues no ladra, está muriendo.

    Algo que es más evidente en un tercer poema que me pareció demasiado satírico para ponerlo, también de Quevedo.
    Bermejazo platero de las cumbres
    a cuya luz se espulga la canalla:
    La ninfa Dafne, que se afufa y calla,
    si la quieres gozar, paga y no alumbres.

    Si quieres ahorrar de pesadumbres,
    ojo del cielo, trata de compralla:
    en confites gastó Marte la malla,
    y la espada en pasteles y en azumbres.

    Volvióse en bolsa Júpiter severo,
    Levantóse las faldas la doncella
    por recogerle en lluvia de dinero.

    Astucia fue de alguna dueña estrella,
    que de estrella sin dueña no lo infiero:
    Febo, pues eres Sol, sírvete de ella.

    Un saludo!

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  3. En este mundo de hoy, no hay tiempo, y como lectora de este blog, cuando lo tenga, lo quiero leer con tranquilidad, porque merece la pena. Impresionante estudio de Bernini, no puede ser más.... DIVINO, parece obra de alguien sobrenatural. No me queda más que emocionarme al leerlo y al observar no me queda mas que arrodillarme ante la belleza. Gracias.

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  4. Muchísimas gracias por su amable comentario, de veras motiva mucho trabajar para gente como usted. En efecto, apenas hay tiempo hoy en día, sin embargo, siento que lo perdemos mucho más fácilmente que en otros momentos...
    Gracias a usted.

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