Los problemas del decoro


De Jorge González Segura


El primer director del MoMa de Nueva York Alfred Barr se caracterizó por dar una entidad única a las salas de su museo adoptando un sistema museológico muy influenciado por los museos europeos y, por supuesto por todas las tiendas de moda y galerías de arte contemporáneo tales como los lofts del Soho y de Tribeca de la propia ciudad estadounidense, creando de esta manera lo que la historiografía ha denominado como “cubo blanco”, un sistema museológico que se caracteriza por tener las paredes pintadas de blanco, sin ningún tipo de decoración, sin apenas cartelas y una gran separación entre las obras. Este tipo de presentación es por la que se caracterizan los museos de arte contemporáneo y seguro que todos ustedes tienen en mente alguna sala con estas características.

Podrá preguntarse el lector, y no sin razón, por el sentido que tiene empezar un texto que habla del decoro haciendo una vaga descripción de un sistema museológico que a priori puede no importarnos en demasía. No obstante, pienso que es ciertamente pertinente hablar del decoro que tienen los museos más recientes para que el lector pueda hacer el ejercicio que pretendo plantear a lo largo del texto.

Alfred Barr, fue a parte de un genial historiador del arte un buen filósofo que siempre estuvo preocupado de la estética y de cómo el espectador que entraba por la puerta del MoMa percibía las obras que estaban ahí colgadas, ¿las entendería? ¿Sabría el motivo del diseño? ¿Entendería el discurso que el propio museo pretende dar?

No piensen que estas cuestiones sólo se plantean en museos de arte contemporáneo, nada más lejos de la realidad, todos los museos se plantean estas cuestiones. Unos para que, efectivamente, el visitante pueda entender el discurso del museo, que se organiza o bien por cronología o bien por geografía, algo que sea sencillo de hilar y que uno se sienta cómodo viendo estas obras, estoy pensando en museos como el Thyssen de Madrid o el Museo Nacional del Prado. Sin embargo, otros, pretenden todo lo contrario, pretenden desorientar al espectador y que realmente no pueda esperarse lo que viene a continuación, piensen en las salas del museo Guggenheim de Nueva York o el de Bilbao.

Ambos sistemas museográficos comparten una reflexión que el propio Alfred Barr introdujo durante los años treinta del siglo pasado “colgar un cuadro es una acción muy complicada” (figura 1)
Figura 1. Escenario de la serie Gotham, mansión Wayne.
Y, después de esta somera introducción a una de las figuras más relevantes para la HA en el siglo XX y a una serie de sistemas museológicos y museográficos que pueden ustedes ampliar hasta la saciedad, me dispondré a pedirle al lector que por favor sea benevolente conmigo y me ayude a poner en práctica la verdadera dificultad que entraña colgar un cuadro.

Imagine por un momento un espacio arquitectónico que tenga un jardín, puede ser un chalé en un pueblo, un castillo urbano o una casa de campo medio derruida, eso depende de ustedes, la pregunta que les planteo es ¿cómo lo decorarían? ¿Tendrían algo minimalista? ¿Estaría plagado de reproducciones de esculturas clásicas? ¿Preferirían esculturas más contemporáneas? ¿O dejarían a un lado el arte y dispondrían gnomos de jardín como si se tratase de un cuento de los hermanos Grimm?
Evidentemente, no hay una respuesta acertada a esta cuestión debido a que probablemente todos nosotros lo decoraríamos de formas completamente distintas, depende del gusto de quien posea la propiedad que todos hemos imaginado, no obstante, como el texto lo estoy escribiendo yo, permítanme la licencia de decirles que, personalmente lo haría de forma muy minimalista.

Estoy convencido de que todos ustedes han pensado en esculturas que pueden ser desde las de Fidias hasta las de Miró o Anish Kapoor, no obstante, han elegido algo que soportaría relativamente bien las inclemencias del tiempo, ¿No?

Continuemos con este ejercicio y ahora imaginen un vestíbulo que pueden ustedes decorar como les venga en gana, estoy convencido que se preguntarán que todo esto depende de la casa que estén imaginando y, en efecto, no es lo mismo decorar un palacio hecho en el siglo XVII que una casa de campo que apenas tiene paredes debido a que se han sustituido por una serie de cristaleras.

Pero, hay dos cosas que tienen en común, un vestíbulo está hecho para “impresionar” a quien te vaya a visitar, por tanto, es un lugar donde normalmente y a modo de los pavos reales, desplegamos una cola colorida para atraer y captar la atención de quien nos venga a visitar. Probablemente lo haga con un cuadro cuyo colorido sea muy característico, probablemente o algo muy contemporáneo o incluso un espejo, cuya función sería la de ampliar esta zona.

También tendríamos que pensar en el salón, la cocina, el cuarto de baño y todas aquellas zonas que son susceptibles de decoración, ¿se las pueden ustedes imaginar?

Estoy convencido de que no decorarían de igual manera el servicio que el cuarto de invitados que la cocina, pudiendo poner en la primera habitación algún cuadro de temática mitológica que haga alusión al agua, por ejemplo, Narciso de Caravaggio o algo como La gran ola de Kanagawa.

Sin embargo, la decoración que, de alguna manera, “pega” en la cocina, sería más bien algún cuadro que haga alusión al mero hecho de cocinar o un bodegón de frutas tan jugosas que cree a quien la vea la ilusión de que son de verdad.

Por tanto, si han terminado de imaginarse la casa y su decoración déjenme decirles que probablemente hayamos imaginado todos una casa y unas decoraciones relativamente similares, independientemente si la casa es moderna o antigua, grande o pequeña o si se encuentra en Tombuctú o en Pekín debido a una sencilla razón, el decoro.

El decoro es lo que dicta cómo se disponen los objetos de un habitáculo conforme a los diferentes usos de los espacios independientemente de las tradiciones o las normas a la hora de disponer mobiliario o la decoración, estoy pensando en la comparación entre la disposición de una casa estilo feng shui y una casa del norte de Marruecos. Ambas tendrán una cocina con los utensilios necesarios para cocinar y comer, probablemente una biblioteca con una cantidad de libros determinada, un salón con una televisión y probablemente algunos cuadros que terminen de puntualizar lo que todos concebimos como un espacio de relajación.

Por tanto, queridos lectores, el fin último del presente texto, no ha sido otro que transmitirles la idea del decoro expositivo vinculado en este caso, a una casa ficticia que cada uno de ustedes haya podido imaginar y, de esta manera acercar iniciar una serie de textos que llevarán como máxima el sentido del decoro expositivo e iconográfico debido a que esta idea es la que rige el arte de todas las épocas y estilos sea encargado o sea hecho motu proprio por el artista. Por supuesto, es el decoro lo que rige el cómo se cuelgan los cuadros sea en un museo o sea en la casa de ensueño que todo el mundo puede imaginar. Dicho esto, no queda otra cosa que hacer que recordar de nuevo a Alfred Barr y reiterar su mítica frase “colgar un cuadro es un acto muy difícil”.

Bibliografía que recomendamos

- María Bolaños, Historia de los museos de España, Memoria, cultura y sociedad, Trea, 2008.
- María Bolaños, La memoria del mundo, cien años de museología (1900-2000), Trea, 2002.

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