La captación de la imagen


De Jorge González Segura


Tanto los artistas como los historiadores de la imagen, estamos obsesionados con que la obra sea real mediante la búsqueda de sensaciones táctiles Véase en el blog La carnosidad en las esculturas de Bernini o la plasmación de una imagen que para los contemporáneos del artista fuese “lo cotidiano”. En cambio, los historiadores de la imagen, tendemos a confundir y a emplear términos que, en mi mera opinión, son ambiguos para denominar este tipo de representaciones, ¿cuántos de ustedes han pensado o dicho, incluso explicado una obra como si lo que representase fuese real? Déjenme refrescarles la memoria, me refiero a frases como…

“Qué mal lo tuvieron que pasar los madrileños en el cuadro El dos de mayo de 1808 en Madrid (figura 1)

Figura 1. Francisco de Goya y Lucientes, El dos de mayo de 1808 en Madrid, también conocido como La carga de los mamelucos, 1814, Museo Nacional del Prado, Madrid.


Por favor, no tilden la frase anterior como algo que se suela decir porque realmente, jamás se lo he escuchado decir a nadie, sin embargo, no puedo dejar de pensar en otra cosa que en lo mal que lo pasaron los madrileños cuando veo este cuadro.

Esta es la razón, por lo que, a partir de ahora, me referiré a las obras no como “reales” o “realistas”, sino como verosímiles, es decir, que, en determinado contexto, hubieren podido ser verídicas, no obstante, no lo son. Están sometidas a un enorme decoro y a un contexto de creación, por tanto, cuando se vuelvan a acercar a obras en las que vean un paisaje y piensen… “esto tiene que ser real”, automáticamente, tienen que recordar que no lo son.

A mi modo de ver, la explicación es simple y se fundamenta en dos partes. En primer lugar ¿cuándo piensan que los pintores pueden salir de su taller a dibujar un paisaje o una ciudad?, piense el lector que antaño, se utilizaban técnicas como temple o el óleo, que no podían estar en el exterior -debido a factores climáticos entre otras cuestiones- es decir, toda la pintura se realizaba dentro de un taller (figura 2)

Figura 2. Gustave Coubert, El taller del pintor, 1885, Musée d´Orsay, París.


No piense el lector que los artistas se inventaban todo lo que hacían, sino que tomaban notas del natural, podían ir con alguna acuarela a dibujar un paisaje, un retrato o simplemente algunas anotaciones que sirviesen para una composición más grande
(figura 3)
Figura 3. Leonardo da Vinci, Paisaje del río Arno, 1473, Galleria Uffizi, Florencia

Naturalmente, y, tal y como estarán pensando, conforme avanza el tiempo y la tecnología va desarrollándose, salir del taller a realizar las prácticas artísticas será lo más habitual para un artista, esto se consigue a mediados del siglo XIX con la escuela pleinairista, es decir, con los primeros impresionistas que, una vez inventado el medio por el que los pigmentos, pueden salir del taller sin consecuencias, salieron a todo tipo de escenarios para realizar sus composiciones (figura 4)

Figura 4. Fotograma de la película El loco del pelo rojo, Vicente Minnelli, 1956.

Estoy plenamente convencido querido lector, que por el título que he escogido para esta pequeña reflexión ha pensado que iba a hablar sobre la fotografía ¿qué otra práctica artística podría captar el instante de forma más veraz que aquél que plasma exactamente lo que ve? Si ha pensado en esto, le doy mi enhorabuena porque este pequeño preámbulo desemboca igualmente en la primera mitad del siglo XIX con la invención de la fotografía.

No obstante, permítanme avanzar en el tiempo y referirme no a autores como Judith Margaret Cameron, Nadar o al daguerrotipo, sino a fotógrafos y fotógrafas consagradas que trabajaron durante la primera mitad del siglo XX en París con un objetivo muy claro, captar el instante inesperado (figura 5)
Figura 5. Henri Cartier-Breson, Detrás de la estación de Saint -Lazare, 1932, Colección particular.

¿No ven ustedes cómo el artista capta el momento en el que el hombre queda suspendido sobre su propio reflejo, cuando el talón está rozando ya la superficie del agua en la que se ven las ondas que ha producido el mismo al impulsarse? A su alrededor, un ambiente que refleja las circunstancias meteorológicas, que no hacen más que resaltar la sensación de movilidad del propio personaje.

Esto, va a ser un continuo no sólo en la fotografía de Bresson, sino que en ella trabajarán fotógrafos tan consumados como Robert Cappa (figura 6)
Figura 6. Robert Capa, El miliciano muerto, 1936, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid.
Este tipo de fotografías que “captan” el momento único e irrepetible son las que pronto asentarán las bases al fotoperiodismo, que a grandes rasgos es una mezcla entre una imagen informativa y arte, algo que realmente puede no diferenciarse de una representación pictórica a parte de porque la fotografía y, sobre todo, este tipo de captaciones representan “la realidad” ¿realmente esto es así? (figura 7)
Figura 7. Fotografía original y fotografía manipulada de Narciso Contreras, ganador del premio Pulitzer de fotografía en 2013.
Con esta fotografía, querido lector, quiero reflexionar sobre los términos que hemos introducido previamente, “realismo” y “verosimilitud” en tanto en cuanto, una obra de arte realizada con las técnicas tradicionales, es decir, la pintura, la escultura, el dibujo… evidentemente, son imágenes ficticias, son constructos que un artista realiza entorno a una composición en perspectiva, término que suelo definir de la siguiente manera:

“La invención de una proyección ilusoria en la que el espectador comparte el mismo espacio que la obra de arte”

Es decir, cuando vemos una obra representada en una superficie bidimensional, un lienzo, una tabla… y además está en perspectiva, tengo que dar la razón a Platón cuando dice que el arte es doblemente falaz, aunque bien es cierto que no lo digo por la presencia de un mundo terrenal y el mundo de las ideas, sino porque el artista representa un objeto ilusorio, que pretende ser real, pero no lo es y en un espacio que pretende ser real que tampoco lo es (figura 8)

Figura 8. Joseph Kouth, One and three chairs, 1965, MoMa, Nueva York

Pregúntese cuál de las tres sillas aquí presentes es la más real, la fotografiada, la realizada probablemente en una fábrica o la que se define en la cartela.

Por tanto, ha llegado el momento de hacer una breve recapitulación y reiterar que una imagen pictórica es una doble manipulación debido a que representa:
  •  Un espacio ficticio
  •  Unos objetos/personas/bodegones… ficticios (figura 1, 2 y 3)
Ahora bien, una fotografía puede ser manipulada de otras muchas maneras en tanto en cuanto puede cambiar su composición o su significación un ejemplo muy claro es el de los bombardeos de Barcelona de 1936, en el que se ve claramente como el fotógrafo David Seymour capta a una madre que mira hacia el cielo en busca de los aviones que de forma inminente va a destruir una ciudad (figura 9)

Figura 9. David Seymour, Amamantando a su hijo, 1936, Victoria & Albert´s Museum, Londres.
Fíjense en una imagen cuya realidad es difícilmente alterable, ¿Verdad? ¿Y si les digo que esta imagen ha sido producto de un constructo historiográfico debido a que ha captado un momento que se ha hecho pasar por otro? Realmente, esta mujer no amamantaba a su hijo en Barcelona mientras la ciudad era bombardeada, se lo digo por dos razones que creo son de sencillo entendimiento.

En primer lugar ¿Qué harían tantas personas en un lugar que sería inminentemente bombardeado? No tiene ningún sentido, y si alguno de ustedes me puede dar una explicación razonable de por qué tiene sentido, estaré encantado de escuchar y aprender más.

En segundo lugar y quizás más relevante para nuestra reflexión, es que esta fotografía, efectivamente se tomó en 1936, a casi mil kilómetros de distancia, es decir, en Badajoz, Extremadura durante un mitin político.

Por tanto, y, de nuevo haciendo una recapitulación de la representación fotográfica, de este momento único al que nuestro querido amigo Cartier-Bresson se refiere como:

“El intento de capturar un instante único e irrepetible, sin manipular, que quiere sacar el significado de la realidad para el espectador”.

Me pregunto cuántas veces tuvo que mojarse los pantalones el hombre que salta detrás de Saint-Lazare (figura 5) o si le dolió mucho el trasero al miliciano de Robert Capa (figura 6), lo que sabemos con certeza es que, el primero, se mojó los pantalones y, el segundo después de su magistral interpretación se levantó del suelo para poder luchar un día más contra el ejército franquista en la ciudad de Córdoba.

Ahora permítanme decirles que cualquier imagen, realizada en cualquier período y con cualquier técnica, sea desde una pintura de Francisco de Goya y Lucientes, un fotograma de El loco del pelo rojo o la película Avatar de James Cameron Visualizada en 3D, son imágenes falsas, o, mejor dicho, construidas.

¿Se han preguntado ustedes cómo ven? ¿Vemos por extromisión o por intromisión? Es decir, ¿Las imágenes entran en nuestros ojos o salen de nuestros ojos? Estas preguntas pueden parecer absurdas, pero, a decir verdad, son cuestiones que muchos tratadistas medievales y modernos se han preguntado (figura 10)
Figura 10. Leon Battista Alberti Manoscritto De pictura, 1448, Biblioteca Governativa, Lucca.
Vean cómo desde el ojo de donde salen las líneas que construyen las baldosas del suelo -por tanto, la perspectiva- este, es el mismo principio que el del mal de ojo, que es una maldición por el que los humores salen por los ojos.

Evidentemente, esto no es así, pero reflexionar sobre ello realmente es de sumo interés en tanto en cuanto, las líneas que salen para la creación de la perspectiva salen de un solo ojo, las imágenes que contemplamos en una fotografía salen de un único objetivo, las películas a las que accedemos en Netflix están grabadas por una cámara desde un único punto de vista. Vuelo a repetir la pregunta que espero entiendan, ¿Cómo vemos?

La respuesta es, de forma binocular, es decir, con dos ojos -espero que los tuertos me perdonen- nuestro mundo, y no en el mundo de las imágenes, es de tres dimensiones, por tanto, se necesitan dos puntos de vista para entender el espacio  y el volumen que los objetos ocupan es decir, cuando captamos una imagen, la captamos desde los dos ojos, ésta, llega a nuestros nervios ópticos que dan la vuelta a la imagen para que el cerebro las pueda procesar y nosotros entendamos que lo que vemos es por ejemplo, una flor (figura 11)

Figura 11. Proceso de cómo el cerebro capta las imágenes.
Por ende, nosotros comprendemos las cosas, los objetos independientemente de su distancia en un tiempo y en un espacio concretos, pero, y es aquí donde viene lo interesante ¿qué pasa si la captación no es tridimensional sino bidimensional? Evidente, ¿No? Tenemos que quitar un ojo a la mirada y captarla de tal manera que nuestra retina pueda dar la vuelta a la imagen interpretándola como algo tridimensional cuando no lo es mediante ciertos “trucos” perspectivísticos que hacen que interpretemos lo representado en una superficie como si fuese “real” y, por tanto, hablamos de “realismo” cuando lo que queremos decir es “verosimilitud”.

Llegados a este punto, espero que el lector me perdone por “destruir” la veracidad de las imágenes y acercarme a ellas desde un punto de vista que podría calificarse “neoplatonista” o incluso arepresentativo, con ello, no piense que hay que desdeñarlas, todo lo contrario, creo que hay que utilizarlas e interpretarlas de manera correcta y no utilizarlas para beneficio propio, en vez de eso, intentar compartirlas para que de alguna forma no veamos, sino observemos con ojo crítico tanto las creaciones de nuestros semejantes como la realidad que nos rodea.

Esto, puede pensar el espectador, suena al discurso del método descartiano, y tienen razón, suena a que no hay que fiarse de los sentidos porque en realidad no hacen más que engañarnos, algo que ciertamente, va en contra de la filosofía empirista que hizo posible la Revolución Científica, período en el que la teoría óptica se asentó de forma definitiva y en la que los objetos exosomáticos tales como el microscopio y el telescopio hicieron que, cada vez los objetos se representasen de forma más aislada -más científica- pero completamente descontextualizada (figura 12)

Figura 12. Maria Sibylla Merian, Cornation Sun, Ca. 1700, Morgan Library, Nueva York.
Es muy interesante plantear esto debido a que es el propio aumento de los sentidos, en este caso, el de la vista, lo que hace que la abstracción paulatinamente vaya llegando y es precisamente con el auge de la fotografía cuando diferentes artistas “se rinden” al no poder representar una realidad más verosímil que la que capta una cámara de fotos, por tanto, se entregan en su totalidad a los sentidos empezando de esta manera a surgir lo que denominamos como “primeras vanguardias” que, paulatinamente evolucionan hasta llegar a hoy en día.

Pero recuerden que, como dice Nicholas Mirzoeff, aunque estemos ante una imagen que consideremos que es veraz, una cuestión es ver la imagen, apreciarla o que genere una serie de sensaciones o sentimientos y otra cuestión muy diferente es entender lo que estamos viendo debido a que puede leerse en diferentes claves y observarse desde diferentes puntos de vista, ver no es comprender (figura 13)

Figura 13. Fotograma de un vídeo policial.
En esta última imagen que les planteo reafirmaré la teoría en la que afirmo que ver no es entender debido a que se puede apreciar en el eje central como un chico tiene la mano sobre la espalda de otro más pequeño, probablemente sean hermanos que van en busca de sus progenitores en un centro comercial inglés, nada raro, esta, tal y como interpretaron los vigilantes de seguridad, es una imagen que forma parte del día a día de cualquier centro comercial del mundo. Nada más lejos de la realidad. El niño pequeño, se llamaba James Budler y fue asesinado, torturado y sodomizado por dos menores de edad en la ciudad de Bootle en Inglaterra. Esto se podría denominar un secuestro a plena luz del día en la que nadie sospecha de los captores hasta que ya es demasiado tarde.

Esta teoría, la podemos aplicar a cualquier imagen, no siempre se miran con el enfoque adecuado, con lo cual, sigan este pequeño consejo que les doy y que intento desarrollar en su máxima expresión siempre que puedo. Duden.

Bibliografía que recomendamos.
  •     Michael Baxandall, Giotto y los oradores. La visión de la pintura en los humanistas italianos y el descubrimiento de la composición pictórica, 1350-1450, La Balsa de Medusa, 1996.
  •        Michael Baxandall, Las sombras y el siglo de las luces, Antonio Machado, 2005.
  • Michael Baxandall, Pintura y vida cotidiana en el Renacimiento, Gustavo Gili, Barcelona, 2002.
  •         Renè Descartes, Meditaciones metafísicas, Madrid, Alianza Editorial, 2011.
  •     David C. Lindberg, Theories of Vision. From Al-Kindi to Kepler, The university of Chicago Press, Chicago y Londres, 1976.
  •     Nicholas Mirzoeff, Una introducción a la cultura visual, Paidos Arte y Educación, Barcelona, 2003.
  •      Roberto Koch (Editor), Grandes fotógrafos, Blume, Barcelona, 2017.
  •       Eugenio Trías, Lo bello y lo siniestro, Ariel, Barcelona, 1999.



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