El "séptimo arte": un acercamiento desde la crítica feminista

De Paula García Cerezo


El “séptimo arte”: un acercamiento desde la crítica feminista.
                                                                       Ella significa el deseo masculino, soporta su mirada y actúa para él
-  Laura Mulvey-

            “Las películas, oportunamente interrogadas, pueden transformarse en extraordinarios testimonios de la cultura del pasado”. Con esta frase abriremos el que será el primer artículo dedicado al nacimiento de la historia crítica feminista del cine.  

            Actualmente nos encontramos con numerosas películas que se estrenan incluyen una temática feminista o, al menos, alguno de sus personajes principales es caracterizados en base a una actitud que podemos definir como feminista. Naturalmente, esto responde a unos cambios sociales fruto del momento en el que nos situamos. Sin embargo, estos filmes no han sido productos culturales exclusivos del siglo XXI, sino que la teoría feminista que preconizó un cambio en la forma de producir cine se gestó durante la década de los años 70. Momento de gran efervescencia cultural en el que se tejieron los principales cambios sociales que afectaron en la forma de mirar a la cultura.

 Hechos importantes como el “Verano del Amor” de San Francisco en el año 1967 cuyo himno popular fue la canción de Scott McKenzie San Francisco en donde se hacía un llamamiento a la paz y a la no consumición de drogas. Asimismo, no debemos olvidar el impacto social y transformador que causó Mayo del 68, no a nivel económico ni en la esfera de poder pero sí en cotas de valores morales e ideológicos. En esta misma línea tendrá lugar el festival de Woodstock que reivindicaba un movimiento no belicista basado en el amor y armonía. Evidentemente, esta oleada de rebeliones no cesó al comienzo de la nueva década, sino que culminaron en una bacanal de teorías que fueron influenciadas por la fuerza de estas oleadas.

La representación de la mujer en el cine existe desde los orígenes de la industria cinematográfica. Sin embargo, la preocupación sobre cómo se ha representado al sujeto femenino hunde sus raíces en los años 70, momento en el que las feministas de la Segunda Ola comienzan a cuestionarse el modus operandi de la ideología patriarcal en las artes visuales como fue el caso de la historiadora del arte  Linda Nochlin (1931- 2017)-  autora a la que dedicaremos otra entrada en el blog- la cual se vio abocada a escribir un ensayo titulado “Why Have There Been No Great Women Artists?” y publicado en la revista  Art News en enero de 1971,   en donde puso de manifiesto temas como: la categoría de mujer artista y su presencia dentro de la historia.

El cine, al igual que la pintura, refleja, revela e incluso interviene activamente, en la interpretación recta, socialmente establecida, de la diferencia sexual que domina las imágenes, las formas eróticas de mirar y el espectáculo. Fue la autora Laura Mulvey (1941 -) la que inició uno de los debates más sonados dentro de la teoría feminista en el campo cinematográfico.

En 1975 salió a la luz Visual Pleasure and narrative cinema, un manifiesto en el que se proponía la utilización de un cine experimental como método subversivo en contra de la representación canónica de las mujeres en la gran industria mainstream de Hollywood desde una perspectiva psicoanalítica. Este favorece la narrativización de aquellos escenarios freudianos de la subjetividad masculina inspirados en el privilegio placentero de la mirada —el voyeurismo y el fetichismo fundamentalmente”. Este placer, que da título al propio opúsculo de Mulvey, otorgado por el cine narrativo solo se produce en el varón y en su mirada (male gaze). El personaje masculino se sitúa dentro y en el centro de la trama, por el contrario, la mujer se nos presenta como un “personaje ahistórico y eterno” además de ser las portadoras del placer que generarán en los espectadores. Asimismo, el placer de mirar debe ser dividido en dos, por un lado, el masculino/ activo y, por otro, el femenino/pasivo. Aquí, el individuo masculino plasma sus deseos, en base al erotismo el cual reduce a la mujer solo a su potencial sexual, sobre el personaje femenino por lo que el hombre -ficticio o no- se convierte en el sujeto que mira y la mujer en el objeto mirado (to-be-look-at-ness). Dando lugar a voyeurs obsesivos y peeping toms (mirones), cuya satisfacción sexual únicamente puede provenir de mirar (escopofilia) en un sentido activo y escrutador, a un otro cosificado.

            La alternativa que se nos propone es la creación de un cine alternativo, un cine de vanguardia ya que este, alejado del lenguaje empleado en el cine narrativo, proponía nuevas fórmulas y formatos en los que no solo se cambiaba la concepción de la mujer dentro del propio filme, sino que se cuestionaban las propias formas de creación y montaje de la película.   Además de mostrar un claro rechazo a los principios comerciales establecidos tan presentes en la industria de Hollywood.

            Llegados a este punto mencionaremos los tres tipos de mirada que Mulvey reconoce para así poder ejemplificar su teoría. En primer lugar, la de la propia narración fílmica o la mirada de los personajes que se miran entre sí dentro del film. En segundo lugar, la del espectador que debe identificarse con esa mirada masculina fruto del propio filme. En tercer lugar, la de la cámara, que debe narrar todo lo acontecido y, por ende, masculina y contaminada.

            Ejemplos de vouyerismo lo encontramos en películas como El cartero siempre llama dos veces (The Postman Always Rings Twice, Tay Garnett, 1946). Aquí Cora Smith (Lana Turner) es perseguida por una cámara que se acerca lentamente a ella, primero enfoca sus piernas hasta finalmente desvelar el rostro de la figura.






La ducha de Marion en Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960) es otro ejemplo clarificador del vouyerismo. Un primer plano nos muestra a la protagonista mientras se ducha de tal manera que parece que lo hace para el espectador. Posteriormente cuando Marion es apuñalada, la cámara se acerca lentamente a su cuerpo inerte, volviéndonos a mostrar que ella no es su dueña, pero sí los espectadores, la cámara y el asesino





Contamos con numerosos casos en la historia del cine que retratan lo que Mulvey criticó y, pese a que la autora propuso nuevas formas de creación alternativas las mujeres siguen siendo víctimas del vouyerismo. Por eso os proponemos que realicéis el Test de Bechdel (popularizado por Alison Bechdel's en el comic Dykes to Watch Out For en 1985) en las próximas películas que visionéis.


1. Tiene que haber dos mujeres con nombre.
2. Esas dos mujeres deben hablar entre sí. Un diálogo mínimo
3. Lo que se dicen no puede tratarse de hombres.



BIBLIOGRAFÍA.

  •          Valeria Camporesi, Pensar la historia del cine, Madrid, Cátedra, 2015.
  •        Karen Cordero Reiman e Inda Sáenz, “Placer visual y cine narrativo” en Crítica feminista en la teoría e historia del arte, México, Conaculta, 2001.
  •          Leire Ituarte Pérez, “Feminismo y cine de mujeres: categorización y debate durante los años setenta y ochenta”, Trípodos, 42 (2018).
  •          Laura Mulvey, “Cine, feminismo y vanguardia”, Youkali, 11 (2011).
  •          Laura Mulvey, “Placer visual y cine narrativo, Screen, 16 (1975).
  •          Linda Nochlin, “Why Have There Been No Great Women Artists?”, Art News (1971).
                                                          
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