Una perspectiva del concepto civilización
De Alejandro Fernández Villanueva
La
civilización, concepto que entronca directamente toda nuestra Historia en una
sola palabra. Se han hecho libros, manuales, documentales, e incluso
videojuegos de estrategia que utilizan este concepto. Un término en el que, si
encontramos un acuerdo o un común denominador, separa a nuestra especie del
resto de mamíferos en algunas cuestiones para nuestro beneficio y en otras para
nuestro desastre. En este texto, trataremos de discernir la causa del término
de civilización, su origen y porqué es tan importante. Es una cuestión a
primera vista simple, pero que conviene tener muy claro de cara a nuestro
presente. Hay que aclarar que el motivo de este texto, no es discernir en la
cuestión de lo civilizado ni su opuesto lo bárbaro, ya que esto
tiene otra dimensión que difiere con el motivo de este escrito. Por otro lado,
este concepto varía si atendemos a las cuestiones nacionales: en Francia y Gran
Bretaña habrá diferentes posturas al respecto.
La
palabra civilización tiene una connotación primeramente jurídica antes del
siglo XVIII, pero tras estas primeras apreciaciones dentro de las Ciencias Sociales,
la Historia del pensamiento experimenta un giro interesante. La aparición de la
Ilustración pone sobre la mesa la necesidad de acumular ese conocimiento
occidentalizado en, por ejemplo “La Enciclopedia”, obra de Diderot y
D’Alembert, donde se pretendió realizar un libro que guardase todos los
conocimientos conocidos e importantes hasta la fecha. Así, Diderot le dio al
término de civilización la connotación de la ascensión ilustrada hacia la
razón, atribuyéndole experiencias históricas. En otro caso, Nicolás de
Condorcet, otro ilustre ilustrado, convierte la palabra civilización en un
término de autoridad sagrada que tratará de demonizar al otro. Como vemos, hay
diferentes nociones en el siglo XVIII para referirse a esta palabra, otros como
D’Hollbach o Goguet también se pronunciaron al respecto.
Este
concepto acumula muchas apreciaciones, pero en términos generales, el siglo
XVIII concebirá civilización en base a las ideas del devenir, perfeccionamiento,
movimiento y progreso, convirtiéndose en un sustituto de la idea de Dios.
Esta
elevación del término varia ya en el siglo XIX, cuando es cierto que se
mantienen las ideas optimistas y universales del término, pero también se
consagran al estudio de otras civilizaciones. De nuevo, buscando ese opuesto
por ejemplo el nacionalismo francés tratará de encontrar una misión
civilizadora del mundo y primeramente hacia Europa, esta se traducirá en una
hegemonía política y colonizadora a finales del siglo XIX.
A
partir de la Gran Guerra en 1914 y el posterior desastre de 1939 que condujo a
Europa al desastre se va a pronunciar este término sobre todo para hacer
bandera común del bando aliado frente a la barbarie de la Kultur
alemana, otro concepto muy interesante que entronca también en nuestro texto.
Cada vez más, ese concepto fue deslegitimándose. La llegada del periodo de la
descolonización tras la Segunda Guerra Mundial produjo en muchos autores la necesidad
de criticar una idea eurocentrista y fundamentalmente occidental de
civilización. Esta fue una cuestión que sufrió un proceso de análisis y se
sometió a una crítica a posteriori entre autores como el famoso historiador
francés Fernand Braudel, de la escuela de Annales, que trató de hacer
una historia global y socioeconómica basada en estructuras. En su obra ya
desactualizada “Las Civilizaciones Actuales. Estudio de historia económica y
social” encontramos una crítica a esa mentalidad europea de poner siempre
en el centro a la civilización occidental antes que el resto. Habla por ello en
plural de civilizaciones, porque entiende que, para hacer una historia de las
civilizaciones, no es necesario definir el concepto en sí, sino entender sus
coyunturas y estructuras: es decir, entender sus planos y sus diversas
connotaciones tanto sociales, económicas, intelectuales… Por ello, aborda el
tema tratando de dar la perspectiva de civilizaciones no europeas para salir de
ese eurocentrismo.
Veo
conveniente una vez realizado un breve recorrido en algunos autores que han
tratado de evaluar y estudiar el término y su uso, remontarse a la Prehistoria
y más concretamente al Neolítico para hablar del realmente origen de las
civilizaciones y así entender el uso de este término. Ya a principios del siglo XX, Gordon Childe en su obra “El origen de las
civilizaciones” hablaba de la importancia de la que él llamaba la “revolución
Neolítica”. En esta obra, Childe entiende
que la clave de nuestra supervivencia como especie no es la evolución
biológica, sino la evolución tecnológica y cultural. El ser humano fue capaz
de:
- Adaptarse a una variedad de ambientes mayor.
- Multiplicarse con mayor rapidez que cualquier otro de los parientes.
- Vencer al oso polar, la liebre, el halcón y al tigre en sus habilidades específicas.
Esta es una cuestión que se debe al uso del fuego, a la creación de vestidos para
abrigarse, a buscar hábitats donde resguardarse… En definitiva, la capacidad de
adaptación y la tradición oral entre generaciones, es lo que hace a nuestra
especie próspera. Vemos que existe una constante: pasamos por un aprendizaje
por experiencia, a transmitir este a la tribu. Este es un factor esencial de
nuestra adaptación como especie, que enseña que antes de un proceso de avance
biológico, es mucho más importante el avance tecnológico y cultural. Así, por
ejemplo, el mamut tuvo que sufrir una adaptación evolutiva mucho más acusada y
temporalmente más amplia que, por ejemplo, nosotros.
Por
ello, no podemos olvidar que una civilización nace de la importancia de la
tradición y de la transmisión oral y también gracias al desarrollo tecnológico,
con la creación del fuego para alumbrar las noches y descubrir lugares que parecían
inexplorables. Sin el fuego, no hubiéramos sobrevivido en las noches frías de
nuestros orígenes. Pero todo esto nace por y gracias a la creación de
comunidades, una palabra que parece mucho más atractiva porque engloba más este
espíritu que se desarrolla con la “Nueva Edad de Piedra” o el Neolítico. Una
comunidad que se crea de una relación permanente, donde se estrechan los lazos
y se establecen vínculos que permiten un desarrollo impresionante que hace a
nuestra especie única. La creación de estas comunidades y el consecuente
sedentarismo, provocan la necesidad de crear un asentamiento en el que se
obtiene un excedente de alimento con unos mejores suelos. En consecuencia, hay mejores
cultivos que dan una mayor producción, con aún más excedente que se comparte en
la comunidad o incluso se guarda para el invierno, creando sociedades estables
y prósperas. También se pueden tener más hijos, produciéndose un espectacular
crecimiento demográfico en las sociedades neolíticas. No podemos olvidar que
nacen las relaciones de poder, la violencia entre familias, la competencia por
ese excedente… en definitiva, también nacen sociedades inestables y la
violencia.
En
conclusión, el término civilización adquiere una gran cantidad de elementos
definitorios, tantos como ideologías han existido. Realmente este factor hace
que el concepto en sí sea asociado a una idea más eurocentrista y
occidentalizada hoy en día. Pero como hemos visto, el verdadero origen de las
civilizaciones nace de una comunidad que conecta las relaciones y crea vínculos
para desarrollar una vida en bienestar. Comunidades que consiguen hacerse
sedentarias, gracias al desarrollo tecnológico y al aprendizaje por
experiencia. Estas cuestiones son clave para entender no sólo occidente y su
proyección del mundo, sino también el proceso del ser humano hasta ahora. Un
amigo mío me dijo una vez que no se necesitarían lámparas sino hubiera libros
que poder leer, porque al final eso es lo que nos hace civilizados en
este universo. Realmente tanto la lámpara, como el libro, son dos objetos que
simbolizan lo que hoy y siempre han hecho a nuestras comunidades mejores: la
tecnología y la cultura, dos elementos sin los cuales estaríamos ciegos
eternamente.
Bibliografía
que recomendamos:
- Fernand BRAUDEL. Las Civilizaciones Actuales. Estudio de historia económica y social. Madrid. Tecnos, 1983.
- Gordon CHILDE. Los orígenes de la civilización. Madrid. Fondo de Cultura Económica, 2006.
- Víctor Manuel FERNÁNDEZ MARTÍNEZ. Prehistoria. Un largo camino de la humanidad. Madrid. Alianza Editorial, 2007.
- Jean GUILAINE y Jean ZAMMIT. El camino de la guerra. La violencia en la Prehistoria. Barcelona. Ariel, 1999.
- Juan Ramón GOBERNA FALQUE. Civilización: Historia de una idea. Universidad de Santiago de Compostela, 1999.
Interesante ensayo sobre la civilización, jamás hubiera llegado a entender este término de forma tan profunda. Es impresionante el desglose del término en cuestión a través de los tiempos y de las interpretaciones históricas. Por tanto, quiero pensar, que a no ser por el estudio de ello, las personas de a pie, interpreta el término a su manera y forma. Pero por mi parte y gracias a su iniciativa lo podré ver englobado en este devenir de diferentes visiones.
ResponderEliminarMaravillosa reflexión: no se necesitarían lámparas sino hubiera libros que poder leer, porque al final eso es lo que nos hace civilizados en este universo. Realmente tanto la lámpara, como el libro, son dos objetos que simbolizan lo que hoy y siempre han hecho a nuestras comunidades mejores: la tecnología y la cultura, dos elementos sin los cuales estaríamos ciegos eternamente. Seguiremos aprendiendo de Vdes. Gracias
Muchísimas gracias por el comentario :)
ResponderEliminarSugerente colofón: la civilización es la lámpara y el libro. Entonces, nos podemos preguntar por el éxito de la tecnologías y las culturas de las diferentes civilizaciones que en el mundo han sido. Tecnología y cultura son los vectores que conducen a la cantidad de vida de cada civilización. Quizá un indicador de medida del éxito de una civilización es el de número de años vida que esa civilización produce.
ResponderEliminarGracias por el comentario, efectivamente los vínculos entre las personas y nuestra inquietud de buscar entre lo más recóndito del mundo que nos rodea es lo que hace a nuestra especie sobrevivir. Es complicado ahondar en términos de éxito o fracaso de una civilización pues no tenemos realmente algo que mida si una civilización ha sido o no un paradigma en términos positivos o negativos, ya que por ejemplo, la cultura romana fue base para instaurar un idioma común, el latín, (entre otras muchas cosas) que hoy es base de la lengua que hablamos, pero también era una comunidad esclavista. De todas maneras, es indudable que el tiempo en el que una civilización se instaura, delimita su éxito en términos de supervivencia en el tiempo en el que se desarrolla.
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